Melisa Slep estudia Ciencias Políticas en la sede de Ramos Mejía. Participó de las asambleas y la toma, y escribió una carta abierta para sus compañeras y compañeros de la Facultad. Aquí va:
Son las 00:30 del 3 de septiembre de 2008 y nos encontramos en una situación que requiere especial atención.
La facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, junto con la facultad de Filosofía y Letras, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, la facultad de Ingeniería y la facultad de Medicina son sólo alguno de los organismos que estamos acoplándonos a los reclamos que, desde hace un tiempo ya, vienen exigiendo los estudiantes secundarios, docentes universitarios y, esto creo que es importante, cualquier ciudadano que detecta bajo qué condiciones deplorablemente deterioradas se encuentra nuestra nunca bien ponderada educación pública.
Hablamos desde un lugar muy particular: estudiantes universitarios con acceso a ciertas posibilidades y conocimientos, lo cual no nos quita autoridad en absoluto a la hora de plantear las dificultades que afrontamos para llevar adelante la tarea diaria de educarnos junto con el plantel docente, creando prácticas y saberes que se extienden a la sociedad toda. Nuestra posición y los reclamos que históricamente han provenido del sector universitario –y una cierta tendencia de los medios de comunicación y la opinión pública en general a tildar a los estudiantes de Humanidades como “combativos”- han hecho quedar las medidas de protesta llevadas a cabo como ineficientes, ineficaces, como si no se pudiera lograr nada excepto enfurecer y entorpecer la tarea de aquellos que “sólo venimos a estudiar”, aquellos que toman la facultad como una instancia de aprendizaje, de recepción de Verdades.
Error, a todos ellos les decimos: ERROR. ¿Qué significa la Universidad sino el espacio por excelencia de donde debe salir producción, de donde salen las creaciones más alocadas en cualquier campo que a cualquiera pueda ocurrírsele? Un ámbito tal de intercambio, y con la magnitud de la Universidad de Buenos Aires en particular, no puede y NO SERÁ pasado por alto.
Son las 00:30 del 3 de septiembre de 2008 y nos encontramos en una situación que requiere especial atención.
La facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, junto con la facultad de Filosofía y Letras, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, la facultad de Ingeniería y la facultad de Medicina son sólo alguno de los organismos que estamos acoplándonos a los reclamos que, desde hace un tiempo ya, vienen exigiendo los estudiantes secundarios, docentes universitarios y, esto creo que es importante, cualquier ciudadano que detecta bajo qué condiciones deplorablemente deterioradas se encuentra nuestra nunca bien ponderada educación pública.
Hablamos desde un lugar muy particular: estudiantes universitarios con acceso a ciertas posibilidades y conocimientos, lo cual no nos quita autoridad en absoluto a la hora de plantear las dificultades que afrontamos para llevar adelante la tarea diaria de educarnos junto con el plantel docente, creando prácticas y saberes que se extienden a la sociedad toda. Nuestra posición y los reclamos que históricamente han provenido del sector universitario –y una cierta tendencia de los medios de comunicación y la opinión pública en general a tildar a los estudiantes de Humanidades como “combativos”- han hecho quedar las medidas de protesta llevadas a cabo como ineficientes, ineficaces, como si no se pudiera lograr nada excepto enfurecer y entorpecer la tarea de aquellos que “sólo venimos a estudiar”, aquellos que toman la facultad como una instancia de aprendizaje, de recepción de Verdades.
Error, a todos ellos les decimos: ERROR. ¿Qué significa la Universidad sino el espacio por excelencia de donde debe salir producción, de donde salen las creaciones más alocadas en cualquier campo que a cualquiera pueda ocurrírsele? Un ámbito tal de intercambio, y con la magnitud de la Universidad de Buenos Aires en particular, no puede y NO SERÁ pasado por alto.
Nosotros, los estudiantes de Ciencias Sociales, negamos rotundamente cualquier rótulo que se nos quiera poner sobre nuestras cabezas acerca de nuestras motivaciones, ideas, propuestas. Nos resistimos a pensarnos como parias del conocimiento, como los renegados que ni siquiera merecen tener su propio edificio, como personas que así porque sí tengan que soportar las delicias cotidianas de un desprendimiento de la construcción de un baño sobre nuestras cabezas, de un súbito corte de luz a una hora pico de cursada, o de aquel tablero eléctrico que se prendió fuego.
Hay profesores, directores de Carrera que se atreven a afirmar que la situación no es de emergencia. Y la verdad sea dicha ¿cúal tiene que ser una situación en la que el reclamo de emergencia sea válidamente aceptado? Emergencia presupuestaria, emergencia edilicia, emergencia en los planes de estudio que se hunden por la negligencia de aquellos que no apuestan a una formación de calidad y pretenden convertirnos en Licenciaduchos incapaces de desenvolvernos en los ámbitos que querramos, sino en solamente aquellos que la Facultad dicta como apropiados. La emergencia está presente hace rato, y este es realmente un pedido desesperado desde que ya no sabemos qué hacer para que nos escuchen. Para que escuchen más allá de las consignas, más allá de un partido político, de una agrupación, y más allá, sinceramente, de aquellos que deberían estar junto a todos nosotros apoyando una causa que los involucra, pero que en su lugar prefieren hacer oídos sordos y vista gorda.
La chica a la que casi se le cae una viga encima ¿habrá sido de una agrupación o una estudiante independiente? NO IMPORTA, ELLA, COMO CUALQUIER OTRO DE NOSOTROS, ES PARTE DE LA COMUNIDAD ACADÉMICA. No se merece ser tratada de esta forma. Ninguno de nosotros se merece estar en una situación en la cual, sin ir más lejos, arriesgamos nuestras vidas todos los días sin saberlo.
Esta situación es desesperante porque ha llegado un punto en el que realmente nos plantemos si somos lo suficientemente importantes como para ser objeto de la preocupación y la voluntad de aquellos que deberían dar un paso al frente y hacerse cargo de la situación que vivimos diariamente. En este gran conglomerado no está solamente nuestro “queridísimo” decano Schuster, nuestro “Nacional y Popular” gobierno kirchnerista, sino todos aquellos que de alguna forma u otra apuestan a la educación pública y apuestan a la Universidad de Buenos Aires como ese gran semillero de gente capaz de transformar la realidad, al menos esa es la modesta visión que compartimos en la Facultad de Ciencias Sociales. Lamentablemente, nos vemos imposibilitados día a día de demostrar lo que somos capaces de hacer, de demostrar lo que se puede lograr a través de una herramienta tan poderosa como es la educación. Y pensamos que dicha imposibilidad no es casual, sino el franco producto de la indiferencia y falta de voluntad POLÍTICA para orientar un curso de acción, de parte de aquellos que tienen la posibilidad, la responsabilidad, el deber casi ético y moral de cambiar las cosas en pos de un proyecto.
Claramente dicho proyecto no existe, la educación se encuentra hoy completamente desorientada. Pero eso no significa que nosotros estemos desorientados. Sabemos perfectamente hacia dónde queremos ir, sabemos perfectamente lo que queremos lograr y lo que está ocurriendo hoy es sólo una muestra más de la capacidad y el poder de iniciativa que tenemos.
A esta altura de las circunstancias, es evidente que lo que aquí se plantea no pasa por un reclamo de tinte partidista, político, necesariamente. Sí, involucra a la política en la medida en que depende de una voluntad política, entre otras cosas, el hecho de lograr nuestros objetivos. Pero va más allá de eso, y sería de suma importancia que cada uno de los que por alguna razón lleguen a leer esto entienda lo siguiente: este reclamo, esta situación, a vos te está afectando de alguna manera. Puede que nunca hayas tenido escollos en tu relación con tu educación, puede que tu camino haya estado libre de imposibilidades y obstáculos de diferente tipo. Pero nunca sabés qué podrías hacer si las cosas fueran mejores, si pudieras dar por sentado que vas a cursar a un aula en donde la temperatura es acorde a la estación del año, en donde no te vas a quedar encerrado, en donde tu lugar de cursada lo puedas sentir como un lugar al que podés acudir sin preguntarte “¿qué puede pasar hoy?”.
Por lo pronto, hoy puede pasar cualquier cosa. Para bien y para mal. Para mal, porque es evidente a todo tu alrededor el deterioro.
Para bien, porque hoy hay iniciativa. Hoy hay ganas de usar esa iniciativa, hay energía a pesar de la bronca, hay lucha a pesar de la impotencia, hay voluntad frente a estos obstáculos enormes que no nos dejan aprovechar y recibir la educación que queremos y nos merecemos.
De ahí la necesidad de plantear la emergencia, de hacerla visible de cualquier forma posible. Es tiempo de que aquellos que nos quieren callar siempre, se corran a un costado, porque esta vez no nos calla nadie. No queremos problemas, solo queremos ser escuchados, y queremos soluciones AHORA.
Ya esperamos y soportamos suficiente, ¿hasta cuándo va a seguir esto?
Yo lucho.
A mí me importa mi Universidad.
A mí me importa mi Educación.
¿A vos?
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